lunes, 14 de septiembre de 2009

70 años de una Brega de Eternidad

Quiero aprovechar que nos encontramos próximos a conmemorar 199 años del inicio de la Lucha de Independencia y de la celebración del septuagésimo aniversario de la fundación de nuestro Partido para compartir con ustedes un ensayo escrito por la lúcida pluma de Carlos Castillo Peraza, hace ya más de 10 años, con el motivo de conmemorar 100 años del natalicio del fundador de Acción Nacional, Manuel Gómez Morin.

En nuestras celebraciones no falta la reflexión. Nos reunimos en estas fechas memorables con ánimo festivo. Como mexicanos y como panistas tenemos muchas victorias que celebrar: celebramos la vida y la convicción que nos mantiene unidos en esta brega de eternidad; nos congratulamos por nuestro renovado y siempre vigente compromiso por buscar una vida mejor y más digna para todos.

Sin más preámbulo doy paso a la reflexión de Castillo Peraza sobre las enseñanzas del maestro Gómez Morin:

Gómez Morín: 100 años y 6 lecciones

El 27 de febrero de 1997 hará cien años del nacimiento de Manuel Gómez Morín, mexicano imprescindible para la comprensión del país en que vivimos. Diversas instituciones -el Banco de México, entre otras- han comenzado a organizar eventos varios, conmemorativos de la efeméride. El Partido Acción Nacional -fundado por Gómez Morín- inició una serie de actos al mismo respecto, con una velada en el auditorio Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria, el 17 de septiembre. Publicamos -corregido y aumentado por el autor- el texto del discurso que pronunció ese día y en aquel sitio.

No tuve el privilegio de encontrarme con don Manuel Gómez Morín. Creo que conmigo comienza la serie de los presidentes nacionales del PAN que no conocieron personalmente al fundador. No pude escuchar su voz. Nunca me fue dado verlo. Supe de él porque en casa de algún pariente queridísimo, en mi ciudad natal Mérida, encontré desde niño nuestra revista La Nación y, entre otros folletos del partido, aquel titulado La Nación y el Régimen. Conocí y sigo conociendo a don Manuel como lector. Doy testimonio de que cada día que pasa, su pensamiento me parece más actual, más mexicano, más democrático. Evocaré esta noche a Gómez Morín únicamente en tanto que fundador del PAN. Lo haré en seis puntos -que son otras tantas lecciones perennes- y un epílogo que es más bien coyuntural.

1) Gómez Morín no fue -es evidente que no podía ser- hijo ni alumno de panistas. La lección que trasciende este hecho es que al PAN lo funda una manera de entender al hombre, a la sociedad, al estado, a la nación, a la vida, a la muerte, al trabajo. El PAN es, en síntesis, la expresión política de una cultura que existe antes y existirá después del PAN. Desarrollar, hacer florecer, profundizar esta cultura es condición sine qua non para que el partido exista como algo mejor y mayor que la legítima búsqueda del poder por medios legales y pacíficos, y de la voluntad de ejercerlo democráticamente en orden a la consecución del bien común, de la justicia social y de la libertad política plenas.

2) Gómez Morín fue hombre de estudios serios y de conocimientos vastos, de sensibilidad para el arte y lo religioso, de raciocinio impecable y de razonabilidad afable. Su universalidad lo hizo abierto y tolerante, dialogal y, en el mejor sentido de la palabra, retórico, es decir político capaz de ceñirse al argumento probable. Su convicción fue que Acción Nacional era la mejor opción partidista para los mexicanos, pero nunca exigió lealtades al PAN a quienes no eran del PAN. En cambio, fue radical para exigir pleno sentido de pertenencia a quienes compartían su convicción y su militancia, y por eso enseñó a los panistas que cumplir mal un deber partidista libremente aceptado es peor que no asumirlo, e incluso podría ser peor que cumplirlo por coacción. La segunda lección gómezmoriniana es, en consecuencia, la de la responsabilidad a que está sometido el hombre que se compromete libremente.

3) Gómez Morín fue hombre que descubrió, reconoció, comprendió, aceptó, asumió, compartió y luchó por el perfeccionamiento de los valores implícitos en la Revolución Mexicana, a los que, junto con otros mexicanos notabilísimos, incluyó en el contexto más amplio y más generoso del humanismo político. De allí sus expresiones "humanicemos el Derecho" y "volvamos al hombre". Parafraseando a François Furet, puede afirmarse que para don Manuel la revolución, antes de verse deshonrada por sus crímenes, fue esperanza compartida por la mayoría de los mexicanos. El instrumento que el maestro diseñó y echó a andar para "convertir el caos en orden" y devolverle a los mexicanos el derecho a esperar, el derecho a soñar, el derecho a luchar por los valores de la democracia, el Estado de Derecho y la justicia social es Acción Nacional. La tarea es hoy más necesaria y urgente que nunca, y es obra de constancia humana, de cotidiana y modesta carpintería política, ajena a demagogias que confían el cambio a los milagros o a las catástrofes. Desde el ensayo "1915", don Manuel vio con claridad que la revolución expresaba a México y que los ideales del movimiento de 1910 eran valiosos; que no podían limitarse a ser el motivo para destruir el pasado; que habrían de encarnarse en actitudes, obras e instituciones que les permitieran acceder a una etapa constructiva; que debían inscribirse en una visión doctrinal más amplia y proveedora de mayor profundidad, y al mismo tiempo ejecutarse con calidad técnica, con sentido tan moral como práctico. Los panistas recibimos como herencia no una actitud crítica, insensata y reaccionaria hacia la Revolución Mexicana, sino una misión: la de articular un instrumento apto para ayudar a concretarla con la decencia y la eficiencia perdidas al pasar del tiempo y al prevalecer de los peores apetitos de quienes la convirtieron en justificación de hurtos, despojos, arbitrariedades, tropelías y prepotencia antidemocrática.

4) Gómez Morín fundó una tradición. Los fundadores de tradiciones no miran hacia atrás; por el contrario, a partir de un enraizamiento sin ambages en el pasado, son capaces de elaborar y dejar como herencia una mirada acertada hacia adelante. Sólo así puede entenderse que sigan generando vigencias. La cuarta lección es clara: Acción Nacional tiene el reto y el deber de fundar hoy la tradición del México del mañana, es decir, su tarea no es la de administrar recuerdos sino la de crear esperanzas. Esperanzas cuya encarnación, cuya concreción obliga al conocimiento técnico-instrumental que las hace probables y viables, y que, como lo demuestran investigadores actualísimos como Alonso Lujambio, Javier Garcíadiego y María Marván Laborde, debe tener como campo central el municipio. Allí, nos dice Gómez Morín, se hará ese cambio real que no cuesta "convulsiones dolorosas", porque la comunidad municipal -dice- "acabará por educarnos, ensayándonos en la resolución de los problemas que más cerca nos tocan para considerar prudentemente los graves problemas nacionales". La lección gómezmoriniana es también radicalmente municipalista, como lo ha entendido perfectamente bien el partido y lo ha expresado con precisión y vigor su actual presidente nacional Felipe Calderón Hinojosa, a quien, en este momento de acoso inmundo, me atrevo a brindar la solidaridad y el apoyo de todos los panistas de México. Hemos ido desde 1983, y creo que habremos de seguir yendo durante los años venideros, de abajo hacia arriba, de la periferia al centro. No se trata de tomar por asalto la sede del poder presidencial, sino de conquistar, ocupar y ampliar los espacios municipales y estatales de servicio público, para dar a la eventual victoria en las elecciones federales -legislativas y/o presidenciales- probabilidad de buen desenlace.

5) Una de las primeras palabras de Gómez Morín a los panistas, en las "históricas jornadas" de la fundación, hace cincuenta y siete años, fue para reconocer que en Acción Nacional cabe la diferencia entre inteligencias, pero no la disociación de los corazones. Decir esto emocionará siempre a cualquier expresidente nacional, pues una de las tareas torales de quien encabeza al partido es de algún modo ser el custodio de la concordia. Herencia del fundador es precisamente la voluntad de concordia entre los panistas, legado suyo es la magnanimidad en la oposición, en el gobierno y en el interior del partido. Y el método de la concordia y la magnanimidad es la referencia constante a los motivos espirituales de la obra común. No hay democracia sin benevolencia, sin cortesía, sin corrección políticas internas. Es ésta la quinta lección de don Manuel Gómez Morín.

6) El fundador del partido supo retirarse en tiempo y forma, para dejar paso y lugar a lo que él mismo llamó "nuevas capacidades y métodos y vocaciones nuevos", "hombres nuevos y nuevas aptitudes". Lejos del maestro la concepción de los cargos partidistas como una especie de concesión a perpetuidad para un grupo reducido, y más lejos aún de él los aferramientos al poder interno y a los cargos públicos. No es posible, ni cierto, ni debido generalizar, pero se alcanza a ver que, en algunos ámbitos del PAN, hay dirigentes que monopolizan sitios en las directivas de la institución y en los puestos de elección popular; o funcionarios públicos electos que tratan de invadir y someter a los órganos del partido. Lejos también de don Manuel -quien siendo fundador y guía rechazó ser caudillo o jefe máximo-, "el prejuicio deliberado la extraviada pasión" o el "apetito personal" que siempre pueden ser y en ocasiones son factores de enturbiamiento de la vida interna de Acción Nacional.

Ahora el epílogo, ciertamente para la coyuntura de estos días agitados por presagios nada alentadores en materia de reforma a las leyes electorales y, en consecuencia, poco propicios para el optimismo político.

Concluyo esta evocación del Gómez Morín leído, con las palabras de don Manuel, el 25 de febrero de 1949, a la VII Convención Nacional, cuando los voceros de la revolución descompuesta anunciaban -con frases que han repetido una y otra vez- que no entregarían el poder "sino por la fuerza de las bayonetas". He aquí la respuesta serena del fundador, que habremos de hacer nuestra el día de hoy y tal vez muchos de los que pronto vendrán:

La misma desesperación del grito indica bien que no serán necesarias las bayonetas. Es confesión rasgada de la debilidad irremediable de quienes tienen el poder y frente a la más modesta demanda de eficacia del sufragio, piensan con pavor en las bayonetas

Hay cada vez más ardiente el sentido de la ciudadanía. Estamos adiestrándonos en el oficio. Nada de lo que quiere la ciudadanía es injusto ni es imposible. Nuestro mundo mismo, en esta atroz encrucijada de la historia, cualquiera que sea la confusión de la etapa agónica de decisión, sólo tiene un camino para salvarse que es también el del sentido humano de la comunidad, de la persona redimida al precio más alto. Estamos en ese camino. Adelante.

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