Este ensayo es una respuesta a la convocatoria para el Concurso regional para formar parte del Consejo de Política Pública para la Juventud, hecha por la Secretaria Regional de Acción Juvenil del Distrito Federal. En las bases de la convocatoria se pide a los concursantes responder la siguiente pregunta: Si pudieras cambiar la situación de los jóvenes de la Ciudad de México, ¿Qué sería lo primero que harías? La respuesta, si se asume que se cuenta con la capacidad de cambiar la situación de los jóvenes de esta ciudad ipso facto y sin considerar ninguna restricción técnica o presupuestaria, sin duda es proveer a todos ellos con los recursos suficientes para que puedan satisfacer sus necesidades en el orden señalado por la jerarquía de las necesidades humanas propuesta por el psicólogo estadounidense Abraham Maslow, que a saber son las siguientes, enunciadas de mayor a menor preeminencia:
1. Fisiológicas;
2. Seguridad;
3. Afiliación;
4. Reconocimiento; y
5. Autorrealización.
La justificación de este enfoque recae en que para que cada joven logre su propia autorrealización primero ha de satisfacer sus requerimientos más elementales. No es posible concebir una ciudadanía plena con los estómagos vacíos. Adam Smith, padre de la teoría económica moderna, escribió: “No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados”. Igualmente, Carlos Castillo Peraza dijo en 1993: “En un México de ecuaciones macroeconómicas casi perfectas, que dan por resultado 40 millones de mexicanos pobres, sueño con un partido que asuma esta causa. Ésa, la de los agraviados económicamente; la de aquellos que ni siquiera pueden pensar en votar porque antes tienen que pensar en comer. A esos quisiera yo que sirviera Acción Nacional”. Entonces, si deseamos que la nuestra sea una sociedad próspera, es menester hacer frente, en primera instancia, al problema de la pobreza alimentaria, para que, una vez que se haya logrado superar esta condición, se proceda a combatir la pobreza de capacidades y finalmente emprender la lucha en contra de la pobreza de patrimonio.
No obstante, para ofrecer una respuesta útil y no sólo idealista es necesario ubicar el problema dentro de sus dimensiones reales y presentar soluciones viables. El primer golpe de realidad está en reconocer que las restricciones técnicas y de presupuesto sí importan. Luego hay que aceptar que la situación de un grupo demográfico tan vasto como lo es el de los jóvenes de la Ciudad de México no se puede cambiar por la gracia de una sólo voluntad ni por el peso de cualquier decreto. Para lograr que el cambio sea auténtico y se refleje en las condiciones de vida de los jóvenes de la capital del país es preciso que primero se geste un cambio radical en la actitud de la juventud del D.F. hacia la vida política y las instituciones de la democracia. No es desconocido que muchos jóvenes manifiestan una clara apatía o, incluso antipatía, respecto al quehacer político porque se encuentran desencantados, desilusionados, porque para ellos la clase política es un grupo ajeno y distante, que sólo se preocupa por sus intereses y que en las épocas de campaña únicamente se dedican a hacer promesas que olvidarán una vez que hayan logrado su designación en los cargos de elección popular . No obstante, quienes conforman el sector joven de la población pueden llegar a mostrar un relativo interés por la actividad política en la sociedad pues la llegan a considerar una forma de mirar los problemas de la gente, como la injusticia y otras demandas ciudadanas. Ciertamente, la política, entendida como componente fundamental para comprender su propio entorno y lo que ocurre en él, forma parte de las inquietudes de los jóvenes.
El cambio de actitud que hace falta entre los jóvenes de la Ciudad de México tiene que ver con la comprensión de que la política y la participación ciudadana no les deben ser ajenas o estar restringidas para quienes tengan un perfil socioeconómico o de estudios elevado. La política es de la incumbencia de absolutamente todos los habitantes de la ciudad, la polis. La política “no es una actividad que corresponda sólo a los más capacitados, sino a los que se han apropiado de ella” .
Resulta alentador que un estudio de las asociaciones que hacen los jóvenes capitalinos con el concepto política arrojó que para muchos de ellos el término está íntimamente ligado al referente acción, lo cual coincide con la forma en la que el Partido Acción Nacional concibe la esencia de la actividad política:
Para estos jóvenes la acción es una facultad del ser humano que los forma. Y lo que requiere hoy, para relacionarse de manera distinta con las instituciones, es la “acción directa”, manifestar “acciones críticas”, porque éstas permiten un cierto poder y manejar algunas situaciones. La acción no es privilegio de algunos cuantos, de una elite, ya que bien pueden accionarlas amplios grupos; de ahí que se considere que “la acción social es importante”, y que se concluya que “las ideas buenas no sirven para nada si no las llevamos a la acción”.
Lo más importante es que ningún individuo ni partido puede cambiar, de manera unilateral y por voluntad propia, las condiciones de una población o grupo de edad. Sólo por medio de la participación activa de cada joven que vive en el Distrito Federal, con la suma de todos los esfuerzos, será posible comenzar a generar los cambios necesarios para que las condiciones de vida, las expectativas de empleo e ingreso mejoren. Cualquier promesa que contradiga esta idea y proponga cambios inmediatos ha de ser considerada falsa, mesiánica o populista.
Los jóvenes de hoy, los que damos vida a las calles de nuestras colonias, delegaciones y marcamos el ritmo de los latidos de la gran Ciudad hemos de organizarnos e involucrarnos de manera cercana y comprometida a la política, es decir, comprometernos con la solución de nuestros propios problemas. Somos capaces de hacer eso y de superar cualquier obstáculo. La fuerza y la inteligencia están en nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario